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jueves, 23 de enero de 2014

El extraño caso de Beccles

Ya iban tres chicas desaparecidas aquella semana.
Todas distintas, todas iguales. Rubia, morena y pelirroja, del norte, del sur y del este.
La policía no tenía nada, ni testigos ni pruebas, simplemente unas desapariciones. Después de tener numerosas quejas por parte de todos debido a su inutilidad decidieron llamarme.
Me llamo Víctor Green y soy el detective privado más famoso de toda Beccles, la minúscula ciudad costera de Inglaterra. Solo tengo 27 años, pero aparento menos en aspecto y más en mi forma de pensar y trabajar.

Al hablar con las familias no averigüé nada nuevo. Ann, la primera chica tenía el pelo rojizo y ojos verdes aguados, era de Irlanda pero había venido a estudiar fotografía. La noche en que desapareció estaba con sus amigos de camping.
Lucy, la segunda, era de pelo castaño, como sus ojos. Trabajaba como reportera para el periódico nacional. Fue al lugar para un reportaje que tachó de 'único e innovador'. Nunca volvió.
Zoey era rubia, vivía con sus abuelos en la costa. Hacía vídeos cuando el mar estaba embravecido y los colgaba en la red. Salió a dar un paseo.
Las tres fueron vistas por última vez en el mismo lugar, en la pequeña playa rocosa.
Ni se conocían, ni se parecían ni nada.
Un caso sin principio y sin final.

Hablé con las familias, que lloraron al recordar a sus chicas.
Observé las fotografías que tenían de ellas y nada. Ahí sólo se veía a chicas sonrientes y felices.
También vi sus reportajes, fotografías y vídeos.
Además de ver lo expertas que eran en su materia, lo guapas y juveniles que parecían y lo queridas que eran por sus conocidos, no hallé nada nuevo.
Mi mente era algo lleno de dudas, como una tormenta luchando contra un tornado una noche de lluvia.
¿Que hacían unas chicas así en aquella zona sombría, llena de tan oscuras leyendas?
No era un lugar en el que se vieran a menudo chicas como ellas, es más, en aquella zona se solían suicidar muchas personas cuando odiaban su vida.
Pero ellas no, ellas eran jóvenes y activas. Encima, Ann había ido con amigos a pasar la noche.
Si alguien se va a suicidar, lo último que se le ocurre es ir con amigos al lugar.
El suicidio lo descarté tras pensarlo bien.
Y todavía quedaba el factor de los cuerpos.
¿Dónde estaban? No había ningún rastro de ellos, si se hubiesen ido a nadar a la playa y se hubiesen ahogado se habrían encontrado fácilmente, pues no había mucha corriente aquellos días.

No tenía nada y eran ya las dos de la mañana. Afuera llovía casi tanto como dentro de mi cabeza.
El aire rugía con fiereza y azotaba mis persianas una y otra vez.
Me levanté para subirlas, pues parecía que de un momento a otro se iban a romper, y al elevarlas un poco la vi.
A escasos metros del portal, bajo una farola había una chica mirando mi ventana. El pelo le caía mojado sobre los ojos y el vestido que llevaba se pegaba a su cuerpo con fuerza.
Abrí la ventana y le grité que qué quería. Ella tartamudeó algo que entendí como que tenía que decirme algo y fui a abrirle la puerta.
Pasó titiritando y se sentó en una silla que le ofrecí.
Pronto un charco se formó a sus pies.
-U.. Usted es el detective Víctor, ¿No? Me han da...dado una carta para usted... Es urgente que la lea- Me extendió una mano con dedos arrugados por el agua que sujetaban una carta empapada.
La cogí y, antes de abrirla le pregunté que quién se la había dado.
-Un chico con una sudadera se me acercó esta tarde cuando estaba dibujando en el parque y se puso a mirar como pintaba los árboles y los patos. Me preguntó que si yo era lista y le dije que sí, entonces sonrió y me dijo que a las noches, en la zona del barranco, al lado de la playa, cuando subía la marea las olas luchaban por ver quién llega más alto y que esa estampa yo la podía dibujar bien. Que él me iba a pagar mucho por dibujar eso.
-¿Y qué pasó?- Dije asombrado por la historia.
-Que yo me negué. Si has estudiado las mareas en el colegio sabrás que en esta zona la marea sube mucho. Además, es bien sabido que los suicidas prefieren el barranco porque la marea sube tanto que no hace falta saltar para que las aguas te arrastren hasta el fondo y no se te vuelva a ver- Lo contaba como si eso lo supiese todo el mundo-. Entonces, el chico, al oír mi explicación me dijo: "Chica lista, no como las demás". Y me dio esta carta diciendo que te la tendría que dar de madrugada, cuando la ciudad está callada para no levantar sospechas.


Ahí me levanté de un salto y abrí la carta. En su interior, con letra casi borrada por el agua se leía la confesión del chico y al final de esta, en letras casi ilegibles se leía que a las chicas listas no se las encuentra en el fondo de un barranco.

4 comentarios:

  1. Alucinante... simplemente genial, Andy. Cada vez te superas más *^* Me ha encantado, en serio :o Hay un problemilla jaja y es que cuando describes a Lucy, te saltas el color de sus ojos jajaja Por lo demás, me encanta las metáforas y las comparaciones que usas :) Enhorabuena

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  2. Me re enganché leyendolo, es muy bueno!! :)
    Saludos!

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  3. Has sido nominada a un premio en mi blog.
    Pasate.
    Un beso.

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  4. Increible, andy. Me ha encantado. Espero que sigas escribiendo para que los demas puedan seguir leyendo :)

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