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jueves, 20 de febrero de 2014

Memorias de un muñeco de trapo

Lo primero que vi al abrir los ojos fueron sus dedos.
Las uñas las tenía cortadas y se podía apreciar que se las mordía a menudo.
Me gustaban sus manos.
Tenían un tacto suave a la vez que hermoso.
-Creo que ya he acabado de hacer el muñeco- Dijeron sus labios sonrosados con una voz infantil.
-Te falta coserle la boca, así- le contestó una mujer algo mayor mientras me cogía en sus manos.
Y me cosió una boca rosa con mucha destreza. Así ya estaba listo.

Mi ropa estaba hecha con telas viejas, pantalones y camiseta de algodón. Mi pelo era de lana, y tenía unas bolitas como ojos.
Puede que no fuese el muñeco más bonito que tenía, pues su habitación estaba repleta de cosas impresionantes que venían de los lugares más lejanos.
Pero ella me quería.
Cómo no iba a quererme, si fui creado por sus manitas.
Las noches de tormenta me abrazaba fuertemente bajo las mantas y, cuando se hacía de día me agradecía con la mirada el haber pasado la noche a su lado.
Me llegué a enamorar de esa mirada dulce e infantil. Esperaba llegar a ser correspondido, pero no fui así.
Simplemente era el muñeco.
Su muñeco.

De pronto un día creció. Se maquillaba y vestía como una chica mayor aunque apenas había entrado en la adolescencia.
Un día dijo que no quería tener más muñecos, que eran de niñas pequeñas.
Y su madre trajo la Caja. Y metió ahí a cada uno de nosotros despacio, como en un funeral. Menos a mí. Todavía me seguía queriendo.
En el fondo ella seguía siendo la niña que se asustaba de los truenos.

Pronto llegaron los chicos.
Ella los llevaba a su cuarto y se besaban durante horas.
Y luego la hacían llorar y yo solo podía quedarme quieto en la estantería.
Me hubiera gustado ser un chico de su edad, y haberla abrazado y consolado. Y haberla dicho lo mucho que la amaba.
Pero no pude.

Más tarde ella se fue a estudiar fuera y desapareció de mi vida.
Solo se que, al poco de irse conoció a otro chico, y se enamoraron. Y se casaron. Después tuvo un hijo llamado Samuel. Y más tarde volvió por casa a saludar a su madre.
Al entrar en su antiguo cuarto miró directamente la estantería.
Nuestras miradas se juntaron una vez. Y después salió del cuarto dejando la puerta abierta.
-Madre, dame la Caja que voy a guardar una última cosa.
Con ese infierno diabólico en la mano volvió al cuarto y me metió en él. Junto algunos juguetes más.
La miré por última vez queriendo que se diese cuenta de todo y que no me abandonase, pero ella ignoró mi mirada y puso la tapa.

Todo se quedó a oscuras.
No se ve nada.
Tengo el corazón roto, si se le puede llamar corazón al poco relleno de algodón que me queda.
Pero la sigo queriendo.
¿La volveré a ver alguna vez?
No lo se.

4 comentarios:

  1. Me recuerda un poco a Toy Story, cuando Andy (que ironia jajaja) solo se quiere llevar a Woody
    Me da pena D: jooo D:
    Igualmente me encanta, me hubiese gustado que al llevarselo, se lo diese a su hijo, y así (tipo Toy Story)
    bueno por ultimo, y por que si :D; bad person :3

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  2. Me hizo acordar mucho a Toy Story, pobre muñequito de trapo, igual yo creo que le seguía teniendo aprecio jaja. :)
    Besos!

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  3. Woolis!
    Es un poco triste, pero me ha gustado mucho. Me ha devuelto a mi infancia y por unos segundos los recuerdos de una mansión envuelta en misterios me han rodeado rodeado (mi casa no era muy grande, pero yo era entonces mucho más pequeño).
    Tenía unas zapatillas de andar por casa con unos ojos de gatos que me parecían muy monas, y durante un tiempo las cuidé, dormía con ellas y les hice un par de agujeros al quedárseme pequeñas. Y un día, cuando me quise dar cuenta, ya no estaban. Eran un recuerdo más.

    Un abrazo,

    Naif.

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  4. Bonita historia :)
    Besos, nos leemos ^^
    Te sigo, soy parte de la iniciativa!!

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