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viernes, 3 de octubre de 2014

La Luna

La Luna a veces se oculta entre la negra oscuridad. Desaparece tras una nube gris y turbia. Le gusta esconderse. Huir de lo que pasa ante sus ojos.
Esta noche no hay luna. Se escabulló en la negrura. Como nosotros nos escondemos en ciudades con mugre y basura.
¿Qué será lo siguiente que ocurra esta noche? ¿Qué pasará?

Quizás un asesino ande suelto, ocultándose entre las sombras.
Escondiéndose en una esquina, huyendo de la luz. Esperando a su próxima víctima, la cual posiblemente sea esa jovencita taconeada que vuelva a casa del trabajo. La chica que acaba de empezar a trabajar como secretaria en una famosa empresa. La joven que no vigila sus espaldas pues cree tener el mundo a sus pies. La muchacha que ignora lo que ocurrirá en unos segundos después…
Al lado de un puente pasa una pareja, cogidos de la mano. La “clásica” pareja en la que él le promete cambiar una y otra vez  mientras ella se inventa historias en su cabeza para poder sobrevivir una noche más, imaginándose lo que sería vivir sin esa violencia en su hogar. Lleva más de 1000 noches recreándose la misma historia con final feliz. ¿Qué más dará que se la recree una vez más? En su imaginación siempre podrá ser feliz. Mientras no le falle alguna noche, podrá aguantar.
Y una mujer, santa por el día, de las que acuden a misa los domingos con trajes color tierra y labios rojizos para rogarle a Dios por una vida digna en el más allá, noches como esta te la encuentras en un callejón sin salida, ofreciendo su cuerpo ya decaído por un par de billetes que acabarán mal parados en alcohol y drogas. Ella sabe lo que se hace, sabe que es un inicio sin final. Pero no tiene a nadie que le pueda parar lo pies y la pueda ayudar como necesita.

Lo curioso es que, una calle más allá, paseas tú en la oscuridad y la negrura, mirando al cielo.
Ignorando lo que ocurre.

Preguntándote por qué en una noche tan “perfecta”no hay luna.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Reseña de: Luz, réquiem por un skinhead

Título: Luz, réquiem por un skinhead
Autor: Lars W. Jacobson
Editorial: -
Páginas: 168
Portada y sinopsis:

















Opinión personal:
Esta novela no es la típica novela que e encuentras en una librería y te habla de bandas callejeras retratándote lo malas y crueles que son. Este libro tampoco habla de psicología ni nada de eso. 
Yo me esperaba a un chico nazi (Espero que el autor no me mate por pensar antes de leerla que Luz era un chico jajaja) que oh es malo y oh se enamora y oh final feliz.
No me esperaba que Luz fuese una chica a la que le coges cariño y afecto. Además no consigues llegar a odiar a ninguno de los protagonistas por matar y pegar gente. Llegas a tener compasión, porque ellos han acabado así debido a unos motivos lógicamente comprensibles.
Los personajes están perfectamente creados con, lo que se puede llegar a llamar maestría. El lugar es una ciudad cualquiera como en las que vivimos todos nosotros. No una ciudad pobre de un país pobre ni nada de eso.
Es más,  lo que ocurre en esta novela puede llegar a haber pasado en la realidad, puede estar pasando ahora mismo.
No voy a contar más de la historia porque os acabaría contándoos todo, prefiero que la leáis, puesto que la lectura se hace rápida y entretenida.
Eso sí, os aviso de que hay muchas escenas de sexo y violencia. Así que si te da asquito o no te gusta leer como alguien asesina o prende fuego a otra persona, con su completa descripción, no leas este libro. 
Pero si en cambio quieres leer un libro fuera de lo común, buscan una reseña que se salga de lo normal y aburrido y además quieres replantearte algunas cosas sobre los que cometen abominaciones por querer "una raza pura" este es tu libro.
Va en serio, ¿A qué esperáis?

Le doy 5/5 por su originalidad y destreza narrativa.

martes, 2 de septiembre de 2014

Reseña de La baronesa

Título: La Baronesa
Autor: Ralph Barby
Editorial: Alberto Santos
Páginas: 292
Portada y sinopsis:


Puso el mundo a sus pies para abrazar el poder de la oscuridad.
La Barones nació en Barcelona, de familia bávara huyendo del nazismo.
Tiene la belleza de una diosa.
Las mujeres la miran con recelo y lo hombres la desean hasta la locura.
Desbanca y domina a cuantos se le acercan y se deshace de quienes se oponen a sus deseos.
Se convertirá en una rica heredera y se hará con el control de una multinacional farmacéutica.
Todo para llevar a cabo su plan.
Un plan calculado con precisión que la convertirá no solo en la mujer más poderosa de la Tierra, sino en la más temida.
Es la heredera del poder de la oscuridad que durante siglos ha permanecido escondido
En la inmortal novia de las tinieblas.
En la reina de la noche y de la sangre.
                                                              En la soberana de los vampiros.

Opinión personal:
Cuando me leí este libro me esperaba una verdadera historia de terror que me provocase insomnio aunque fuese sólo un día, pero en cambio me encontré con "esto".
Esta novela es muy descriptiva. Y no me refiero a que es como los libros históricos que me suelo leer, que describen todo lo que pasa y dan adjetivos para que tú te involucres en la historia, sino que comete el fallo garrafal de pasarse con la descripción. Pongo un ejemplo que se encuentra en la segunda página:
"-Sí, allí voy -Respondió mientras devolvía la cartera de piel negra a la guantera.
-Entonces, sígame, caballero, es un placer haberle conocido -Le saludó con un toque de su mano plana al protector facial de policarbonato del casco policial."
Como se aprecia fácilmente, usa demasiados adjetivos para describir algo que no importa ni llama la atención en la historia. Si dijésemos que esto solo ocurre unas pocas veces a lo largo de la historia podría comprenderlo, pero ocurre en toda la novela, lo que hace muy pesado leerla ya que a veces el autor usa un párrafo para contar una cosa que fácilmente habría ocupado dos o tres líneas.
Es como si quisiese meter relleno a la historia para hacerla más larga pero eso hiciese que la historia perdiese completamente el interés.
Pasemos al segundo fallo que he apreciado, que es usar el nombre completo y apellidos de cada uno de los personajes una y otra y otra vez. 
Esto hizo que cuando empecé a leerla me aburriese interminablemente, además de que la trama no la veo tan interesante como aparenta en la sinopsis.
Si pensáis que es cosa mía o algo estáis equivocados. 
Tras acabarme esta novela tan pesada se la dejé a un amigo escritor, CatBlack, para que la leyese, puesto que él lee mucho sobre vampiros y sobrenatural.
Él encontró más fallos todavía, puesto que se conoce la historia del origen de los vampiros. Ya sabéis, lo de que vienen de Rumanía (Acordaros de Drácula) y países del este de Europa y que se les asesinaba clavándoles una estaca en el corazón.
Pues en esta novela el autor se pasa por el forro la historia de los vampiros creando la suya propia que no tiene nada que ver con la original. 
Para acabar, digo que esta novela dudo que le guste a alguien a menos que ame los adjetivos y párrafos que no llevan a ninguna parte. Pero bueno, si queréis leerlo podéis dejarme un comentario sobre qué os a parecido y eso.

Le doy 1/5 puntos

sábado, 12 de julio de 2014

Seis sonrisas y una lágrima (III)

La última vez que la vi fue aquí, en este mismo lugar.
Ocurrió hace ya unos pocos años. ¿Lo puedes creer? Hace tanto que hablamos. Que nos miramos. Que nos sonreímos.
Y ya nunca volveré a hacerlo...

Ya había acabado la carrera y el curso que estaba haciendo. No fui de los mejores en clase, aunque tampoco me podríais comparar con los peores, los que pasaban de las clases porque sabían que al salir ya tendrían un trabajo fijo en la empresa de papá. Oh, esos pijos eran los más odiosos.

Volví a casa, a la casa donde nos habíamos mudado hacía ya años y años.
Y nada más llegar a la casa, tras los besos y abrazos, y los "enhorabuena" y "felicidades" mis padres me comentaron que al día siguiente saldríamos camino a la playa. Al primer lugar donde la vi.
Al lugar donde la perdí.

Al día siguiente llegamos allí sobre las ocho de la noche. Empezaba el verano y todavía no había anochecido.
Entré en la casa y dejé la maleta sobre mi cama. A mis padres no les dio tiempo de decir nada antes de que saliese corriendo hacia la playa.
A lo mejor ella estaba allí. A lo mejor estaba paseando. A lo mejor no se había movido. A lo mejor, y sólo a lo mejor, me seguía esperando tras tantos años.

La playa estaba casi vacía. A lo lejos, por la izquierda divisé a un grupo de pescadores que intentaban pillar cualquier pez para llevar a casa antes de que el astro rey desapareciese. Por la derecha un grupo de surfistas regresaban al paseo exhaustos por las pocas olas buenas que había habido. No era una playa para surfear, pero cada día se juntaba siempre el mismo grupo intentando pillar alguna ola.
Y, delante de mí, sentada en la arena me encontré con ella.

Los años no habían dado malos frutos y parecía una adolescente saliendo del cascarón. Me miró sorprendida. Tras tantos años esperándome no sabía que decir. Enmudeció. Y en seguida agachó la cabeza para que no la viese llorar.
Sentí impotencia. Me quedé inmóvil viendo como la chica lloraba sobre la arena.
“Te esperé ese día. Y el siguiente. Y así cada año, cada verano”. 
Murmuraba las palabras a la arena, pero ambos sabíamos que iban por mí.
“Y ahora que estás aquí no puedo alegrarme, sino hundirme más en mi propia miseria. Al principio te esperé para decirte lo que me pasaba en casa, lo que hacía el monstruo ese hacia mi madre  y hacia mí. Cada día que te esperaba una nueva raja aparecía en mi corazón, y por consiguiente, en mis muñecas. El monstruo obligó a mi madre a que me llevase a psicólogos, a especialistas. Fui a un internado en el que cada chica estaba igual o peor que yo. Éramos cientos esperando a poder salir para derrocar al monstruo que nos había encerrado en aquel cuchitril. En mi caso, al salir de allí a los 21 años volví a casa para rescatar a mi madre. Pero ya era tarde, se había suicidado meses atrás. ¿Y sabes qué? El monstruo seguía viviendo en su casa, con todas las cosas de mi madre y mías. Al salir de la que fue mi casa vine a la playa a buscarte de nuevo. Y tú seguías sin aparecer. Decaí en cosas que no te quiero ni contar y empecé a ver como mi alma pedía irse. Como mi madre me llamaba desde allí”.
La miré sin saber que decir y ella continuó.
“Ahora por fin puedo irme lejos, a un lugar donde nunca me harán daño y pueda ser feliz. Me arrebataron mi niñez y mi vida con ella. Gracias por todo. De corazón. Has sido la única persona que me ha arrebatado sonrisas cuando ya las daba por muertas”
Me miró a los ojos y me sonrió con esa sonrisa que había añorado tantos años. Se la devolví con cariño mientras se levantaba y saltó a abrazarme fuertemente. “Gracias, muchísimas gracias” me susurraba en mi oreja.
Y ahí, delante del mar más profundo me despedí de ella, que despareció sin dejar rastro mientras yo seguía inmóvil.


¿Que si la echo de menos? Por supuesto. Hay días en los que me despierto y me arrepiento de una cosa.
Esa tarde la debí haber besado, haberle dado a entender que seguiría allí y esta vez para siempre.
Un simple beso lo habría cambiado todo. Por un beso hay personas que atraviesan medio mundo mientras otras se quedan en casa. Un beso hace que un jardín despierte en tu interior y que las flores se abran como si llegase la primavera. Hace que no quieras volver a abrir los ojos y desees seguir en esa misma posición años y años.
Y yo, hay inútil de mí, desperdicié un beso que jamás podré dar.

Sé que no la volveré a ver, que es feliz donde está ahora, llámese Cielo, Aaru, Nirvana o como sea. 
Sinceramente, lo que más echo de menos es su sonrisa. Cada vez que me acuerdo de ella una lágrima cae por mi mejilla.
Fueron tres sonrisas suyas y tres mías. Seis en total para hacer que derrame una única lágrima, salada como el mar.
Seis sonrisas y una lágrima bastan para llenar libros y libros de un amor perdido y de un beso que no fue, de miradas que hacen que todo brille y de un corazón que sigue latiendo por una persona que ya se fue.

sábado, 7 de junio de 2014

Reseña El bolígrafo de gel verde

Título: El bolígrafo de gel verde
Autor: Eloy Moreno
Editorial: Espasa
Páginas: 314
Portada y sinopsis:

SUPERFICIES DE VIDA
Casa: 89 m2
Ascensor: 3 m2
Garaje: 8 m2
Empresa: la sala, unos 80 m2
Restaurante: 50 m2 Cafetería: 30 m2
Casa de los padres de Rebe: 90 m2
Casa de mis padres: 95 m2
Total: 445 m2



¿Puede alguien vivir en 445 m2 durante el resto de su vida?
Seguramente sí, seguramente usted conoce a mucha gente así. Personas que se desplazan por una celda sin estar presas; que se levantan cada día sabiendo que todo va a ser igual que ayer, igual que mañana; personas que a pesar de estar vivas se sienten muertas.
Ésta es la historia de un hombre que fue capaz de hacer realidad lo que cada noche imaginaba bajo las sábanas: empezarlo todo de nuevo. Lo hizo, pero pagó un precio demasiado alto. Pero si de verdad usted quiere saber cuál es el argumento de esta novela, mire su muñeca izquierda; ahí está todo.

Esta novela no ha sido galardonada con ningún conocido premio literario; ni siquiera con uno desconocido.


Opinión personal:
Cuando conocí a Eloy me pareció alguien humilde, alguien que admite sus errores y que lucharía por conseguir lo que de verdad quiere.
Y no estaba equivocada.
Este libro fue su primera novela y, a mi opinión, para ser la primera novela de alguien está más que perfecta.
La gran pregunta es... ¿Cómo escribe? o mejor dicho: ¿Qué tipo de historias hace?
Bien, pongámonos en el mundo actual, en el que un segundo te puede cambiar la vida tanto para bien como para mal. La vida que vives cada semana como si no pasase nada nuevo, nada distinto o fascinante.
Pues Eloy escribe... simplemente eso.
Lo que atrae es cómo lo hace: sus textos te atrapan en el primer momento. Sufres con el protagonista, quieres reír y llorar con él. Revives momentos  que hace tiempo ya pasaron. Se te acelera el pulso o se te ralentiza. 
Pocos escritores consiguen crear ese efecto. Muchísimos menos consiguen repetirlo en otra novela.

Y, sobre la novela, pongámonos todos los que no trabajamos en la mente de un hombre casado y con un niño pequeño. El tipo oficinista que se pasa horas y horas en la empresa. Él es el protagonista que nos va contando todo lo que pasa.
Entre los personajes nos encontramos también con un ladrón, la señora de la limpieza, el jefe capullo, la secretaria maciza, el que llega tarde, la chica con secretos...
Y, ahora añade a todo esto un bolígrafo de gel verde. Y ya de paso, una desaparición.
Mezclamos los ingredientes y añadimos una pizca de tiempo...
Así surge una novela con toques de intriga, amor y mucha realidad.

Le doy 4,5/5 puntos


domingo, 25 de mayo de 2014

Seis sonrisas y una lágrima (II)

La echo muchísimo de menos. Debo reconocer que a veces lloro por su ausencia.
No se como puedo añorar tanto a alguien que sólo has visto 3 veces. Veces contadas con los dedos de mi mano. Con piedrecillas, con canicas y juguetes rotos. Con gotas de agua, dulce y salada.
Sólo tres veces.

Al día siguiente tendría que haber vuelto a la playa, pero no fue así.
Enfermé de sarampión y me quedé en cama más de una semana.
Me acuerdo que empecé a escribir un comic titulado “Puskas, ella y yo” y que trataba de lo que haríamos los tres cuando nos volviésemos a ver.
En unas viñetas navegábamos y en otras hacíamos castillos de arena. En otras jugábamos con las paletas y dos viñetas más adelante buscábamos cangrejos entre las rocas.
No sé qué sucedió cuando me curé. Me acuerdo que salí corriendo de casa y me fui a la playa, pero esta estaba vacía.
Ya no había gaviotas. No se oían ni siguiera las olas.
Se habían marchado con ella.

Pasaron los años y me iba haciendo más mayor. Cada año volvía a la playa a buscarla, pero ella ya no estaba.
Un día, pasados 5 años desde la última vez que la vi, cuando ya había perdido toda la esperanza, salí a pasear por la playa de este a oeste.
En la arena sólo quedaban parejas de ancianos que descansaban tomando los últimos rayos del sol. Seguramente más de uno sabría que esos rayos eran los últimos que tomarían en su vida y querían aprovecharlos.
Yo andaba despacio, con Puskas a mi lado atado a una correa más larga.
Pero volvió a ocurrir lo mismo que aquella vez y en un momento de confusión salió disparado.
Sin embargo, en vez de lanzarse al agua, corrió hacia una chica que tenía sus pies metidos en la orilla y miraba al horizonte.
No recuerdo cómo fue, pero la reconocí, seguramente debido a ese pelo rojo fuego que ya le llegaba hasta su cintura.

Iba a decirle algo, pero Puskas me interrumpió saltando sobre ella y tirándola al agua.
¡Puskas no! Grité y corrí hacia ellos dos, separando al bicho de la joven a la que se aferraba tanto.
Le cogí por las dos patas que tenía libres y le lancé lejos de nosotros dos (Sonará un poco cruel, lo se, pero fue lo único que se me ocurrió en aquel momento).
Ayudé a la chica a levantarse. Estaba empapada de pies a cabeza, en su pelo había algas  como las que tuve yo un día hacía cinco años.
Su vestido empapado mostraba unas curvas que antes no estaban ahí, pero seguía siendo la misma chica que lloraba.
¿Qué haces aquí a estas horas? Le dije mirándola de arriba abajo.
Te estaba esperando, me dijiste que volverías y no volviste. Su voz sonaba triste. No debí haber confiado en ti.
Me sentía fatal, desdichado. 5 años esperándola, esperando volver a ver a una persona. Mentira, mentira. Volví a buscarte y no estabas. Y vine cada año aquí esperándote. Ella se acercó a mí y me abrazó con sus brazos mojados y fríos. Tenía cortes en ellos.
Le agarré las muñecas. ¿Y esto? Le grité. No es nada, de verdad. Me contestó con su voz triste.
A veces tengo la sensación de que nadie me quiere, de que soy alguien que no debería existir. Para librarme de esos pensamientos me hago esto. Creo que algún día desapareceré por el error de una cuchilla y nadie me echará en falta.
Prolongué mi abrazo más de un cuarto de hora, apretando la mandíbula contra su cabeza para no empezar a gritar, y quién sabe si, a llorar.
Yo te echaría en falta, en serio. No desaparezcas de mi vida por favor.
Sé que estas palabras las susurré en voz muy baja. Seguramente no las oyó, o si las oyó se calló la boca.
Cuando al fin me separé de ella la miré a los ojos. Unos ojos verdes como la maleza de mi jardín, que se extendía por todas partes.
Ella me miró a mí.
¿Sabéis? Dos miradas bastan para entender a alguien, o para comprender a esa persona. Puedes querer con la mirada. Y abrazar a alguien, incluso besar y amar hasta el fondo del corazón. Hay miles de miradas cada día, y cada una expresa algo distinto, aunque sea por un átomo en el brillo de la mirada.
Las miradas más hermosas son las de una persona amando a otra. Una mirada de estas puede llegar a hacer que desaparezca el cielo, y dos miradas correspondidas hacen que el universo deje de existir, aunque solo sea un momento.
Estas fueron nuestras miradas.

Después sonreímos a la vez, otras 2 sonrisas que llegaron al fondo de mi alma.
Guardé las cuatro sonrisas que llevábamos en una cajita de plata tallada a mano. Me despedí y me fui con esa caja entre las manos, llevándola con cuidado para que no se cayese.
Ella me observó desde la arena alejarme.
Tenía un brillo en sus ojos color maleza que, debo reconocer, nunca volví a ver en ninguna otra persona.

Creo que dije algo como que volvería al día siguiente.
Pero se me olvidó que el día siguiente nos mudábamos fuera de la ciudad. Creo que ese olvido fue el peor de todos. Sobre todo porque todavía me lo sigo echando en cara. Y eso que han pasado años de aquello.

Última parte aquí

domingo, 18 de mayo de 2014

Seis sonrisas y una lágrima (I)

Todavía me acuerdo de ella, de su forma de hablar, de correr, de andar... De sus labios, de sus ojos, de su pelo ondeando en el viento marítimo. Un aire con olor a aguas saladas, a playa y a libertad...
Creo que lo que mejor recuerdo es su sonrisa. Era una hermosa curvatura de dos labios color rosa entreabiertos, enseñando dientes perlados. Cuando sonreía se le formaban unas arrugas en la cara y alrededor de los ojos que hacían que tú sonrieses más. Y al verte así, sus labios aumentaban de longitud.
Así hasta formar una sonrisa infinita.

Nuestra primera sonrisa fue el verano de hace 15 años, casi 16 para ser exactos. El primer verano en el que me dejaban quedarme en la playa hasta que anocheciese, el verano en el que pasé mi tiempo mayoritariamente en la calle con los amigos, el verano de mi primer amor... Ese maravilloso verano.
Ocurrió una tarde de agosto, cuando el sol se estaba ocultando tras las olas aguazules del mar. Yo en aquel entonces tenía 12 años y todavía jugaba con los trastos en la arena intentado crear un castillo enorme, como los que hacían en los concursos de castillos de arena. De esos que tú crees que no se van a derrumbar nunca y que permanecerán ahí para siempre.
Aquella tarde saqué de paseo a mi perro por la  playa. Lo solía hacer por las tardes para poder ver cómo el sol desaparecía en el horizonte.
Mi perro se llamaba Puskas, era pequeño y muy juguetón. Lo fue hasta el año pasado, que cerró los ojos para siempre un día nublado de abril.
Paseábamos por la arena en silencio, oyendo las olas y las gaviotas.
Me fijé en que, cerca de la orilla, se encontraba una niña de más o menos mi edad. Su pelo rojizo aumentaba en fogosidad debido al color del sol en ese momento. Unos ojos claros buscaban entre la arena mientras que con las manos revolvían todo buscando algo, seguramente una muñeca o un juguete que habría perdido.
La arena en la que buscaba se mojaba por sus lágrimas.
Sus padres no estaban a la vista. Eso me pareció raro.
Hubo un momento en el que, viendo que me había distraído, Puskas se me escapó de la correa y fue directo al agua, dispuesto a darse un chapuzón de última hora.
Corrí todo lo que pude tras él, pero el enano corría cual guepardo y saltó al agua. Segundos después también me metí yo en esa profunda bañera salada, en busca de un perro que se alejaba a nado de la orilla.
Le enganché de una pata mientras escupía agua. Un alga rodeaba mi cabeza y me daba aspecto de monstruo de mar.
Volví a la orilla casi arrastrándome a la vez que Puskas gruñía y ladraba pidiendo más tiempo en el agua.
Al salir, la niña que había visto antes llorar por habérsele perdido algo me miraba de arriba a abajo.
Sus profundos ojos verdes me observaban mientras las lágrimas que quedaban en su mejilla se evaporaban hasta desaparecer.
Primero fue un silencio lleno de incomodidad por mi parte, pero este se rompió con una profunda carcajada que salió de la niña. Esa risa me llenó de energía y encendió una chispa en mí. Enseguida estábamos los dos riéndonos tirados en la arena y jugando con el perro.

En cuanto el sol desapareció me di cuenta de lo tarde que se nos había hecho, seguramente me caería bronca en casa no solo por la hora, sino por mi aspecto.
La miré y ella me miró. Ambos pensábamos en lo mismo. Teníamos que volver.
Me despedí de ella con una sonrisa de oreja a oreja. Le dije un otro día nos veremos. Y ella me miró de una forma extraña. ¿Me quieres volver a ver? Sus ojos reflejaban alegría, y luego dudaban sobre si era verdad lo que decía.
Te lo prometo. Si no es mañana será pasado.

Ella me sonrió con dulzura.
Yo le sonreí.
Dos sonrisas son suficientes para crear una amistad. Dos sonrisas bastan para entenderse. Dos sonrisas pueden hacer que el cielo arda. O que caigan flores del cielo. O que llueva sobre dos personas que sienten haber perdido.
Dos sonrisas valen todo lo que puedas imaginar y más. Sobre todo si son inocentes e infantiles. Si son puras y expresan una sensación única. Si reflejan un mismo pensamiento junto a un mismo sentimiento, que danzan acompasados esperando a que llegue algo y pidiendo que no llegue nunca.
Y, en el fondo, sólo son dos sonrisas.

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miércoles, 14 de mayo de 2014

Reseña "Sístole y Diástole"

Título: Sístole y diástole
Autor: Antonio Bosch Conde
Editorial: Éride
Páginas: 352

Portada y sinopsis:

«Cuando sacudió la cabeza para apartarse el pelo que le caía sobre los ojos, esa hilera perfecta de cabello se movió con alegría. Me parecía que iba a cámara lenta. No utilizaba las manos, porque las tenía entrelazadas debajo de la barbilla, mientras que sus codos se apoyaban en las rodillas.Su mirada se iluminaba por ese iris de verde oscuro intenso con reflejos más claros, aceitunado y brillante en el que te podías perder gracias a su poder hipnotizador».

Dos niños se conocen en un verano de los años 80. Juntos, descubren la vida, el valor de la amistad y el amor. Testigos accidentales de un asesinato, sus caminos se vuelven a cruzar dos décadas después.
Sístole y Diástole narra dos tiernas y emocionantes historias que aceleran el corazón del lector; a partes iguales apasionante y emotiva, el autor, con maestría admirable, nos embauca en una aventura de amor, intriga y vendetta.



Opinión personal:
Empecé a leer este libro hace como una semana. Tras leer la sinopsis y ver la portada pensé: Bueno, será una historia de amor de dos niños que se encuentras al cabo de 20 años y eso.
Pues NO. La portada y la sinopsis engañan al retratar una imagen de amor (no ve van a decir ustedes que la imagen de un chico y una chica, o la descripción de una joven hecha con ojos enamorados no da  a entender que se trata de algo fuera de amor). Trata de dos chicos, Juan Peña y Juan Castro. Que se conocen siendo niños cerca de Valencia.
Esta novela no solo engaña a la vista, si no al leerla defrauda bastante.
Se trata de una novela "histórica" y los primeros capítulos son más que descriptivos. Lo que me ha fastidiado la ensoñación de revivir el pasado es nada menos que,  en medio de la descripción te ponía algo tipo: "...y en ese lugar hoy está el Hotel de 4 estrellas Don Augusto".
Pongo un ejemplo sencillo para los que no lo capten:
Segovia en el año 789 D.C. era un lugar hermoso a la vista de todos. Los campesinos nuevos entraban a la ciudad por la calzada, vestigio de los romanos. Al entrar en la ciudad, los desconocidos se dirigían a la posada, justo donde hoy se encuentra el Bar Espliego, en la calle Joaquín redondo...
¿Veis? Rompe toda la armonía de la escena. 

La novela está separada en dos partes: Sístole la primera, donde narra la infancia de estos dos muchachos y Diástole la segunda, que cuenta actualmente lo que pasa.
Sístole está narrada en primera persona por uno de los muchachos, y al empezar Diástole la forma de escribir no cambia. El fallo está en que el empezar a leer la segunda parte se da a entender que sigue hablando el mismo muchacho que narra en la primera. Pero no, en mitad de Diástole te das cuenta que la narra el otro chico. Y ahí tienes que volver a empezar porque no te has enterado de nada.
El trasfondo está bien: una historia de mafia y familias asesinas que buscan acabar de una vez.
Sinceramente, creo que este libro podría haber sido muchísimo mejor, pues la historia en sí no está mal, lo que falla a mi parecer es la forma de redactar: en algunos momentos te engancha y otros son (con perdón de la palabra) un auténtico coñazo.

Le doy 2/5 puntos.


miércoles, 7 de mayo de 2014

La voz



Y piensas que todo ha cambiado. Que no volverá a ocurrir lo mismo otra vez más. 
Pero esos sentimientos siguen estando ahí aunque no quieras. Aunque todo ya haya terminado, aunque no volváis a estar juntos nunca más...

Lo primero que haces es intentar aceptar la derrota, admitir que has perdido la batalla más dura para tu corazón. Vuelves a hacer tu rutina con una sonrisa en el rostro, ya quemado por las lágrimas saladas que lo cubren día tras día y noche tras noche.
En cuanto van pasando las semanas empiezas a aceptar que todo acabó, que ya no hay nada entre los dos.
Pero algo en ti grita, diciendo que mientes, que todo no ha acabado.
Aunque no quieras, en el fondo te sigue gustando. Le  sigues queriendo. Acéptalo de una vez.
Pero tú no quieres aceptarlo e intentas continuar con tu vida, ignorando esa pequeña voz que cada vez se hace más grande y más potente.

Y cada vez que le dices a la gente un 'estoy bien, todo eso ya es pasado' la voz se vuelve enorme e intenta escapar de tu cuerpo por tu boca. Y tú la cierras como un candado, tragándote esa voz que desaparece en las entrañas de tu interior.

Día tras día la voz continúa ahí, escondida en el lugar más remoto ahora mismo para ti, al que no te quieres acercar por los recuerdos que se hayan en él: tu corazón.
La voz empieza a desaparecer al igual que todos esos recuerdos. Es entonces cuando, de pronto aparece otra persona en tu vida que vuelve a ocupar ese lugar tan especial.



Y piensas que todo ha cambiado, que tú ya eres feliz y lo has olvidado. Piensas que ese dolor que sentiste no volverá a ocurrir. Que nadie te volverá a dañar de ese modo en que lo hicieron.
Y una voz ya bien conocida para ti muy en el fondo de tu pecho susurra una palabra:
Mentira.


heart by addicted2love

lunes, 10 de marzo de 2014

Oda a la vida

Y la vida sigue
continua y paralela
y no se para
ni descansa.
Y tú andas junto a ella
sonriente
cual estela.

Y ella
te mira sonriente,
mientras que por la espalda
te clava un puñal plateado,
como la luna misma.

¿Es justo y debe ser que,
un ser que no se ve,
te controle,
como un muñeco
bajo su poder?
"Imposible", dirás
"yo sigo mi camino y ella no me ve".
Pero ella te observa
a lo lejos
y vigila que no te escapes de sus garras
y si ve que no puede controlarte más
te apuñalará
y desangrará
con el hacha de doble filo
con el que fue creado la humanidad.

Y la vida sigue
continua y paralela
y no se para
ni descansa.
Y tú ya no andas junto a ella.
Estás muerto,
bajo tierra.

jueves, 27 de febrero de 2014

Peter Real

La joven de cabellos dorados miró por la ventana de su casa en el casco antiguo de Londres. A lo lejos, el Big Ben emitía las últimas campanadas de la noche. Y algunos copos de nieve empezaron a caer sobre la oscura ciudad.
Sus ojos azules buscaban a alguien a quien seguramente nunca más volvería a ver.
La muchacha se llamaba Wendoline en nombre a su tatarabuela, que descubrió una nueva especie de ave un día que fue al campo de paseo.
Tenía un nombre antiguo para una chica de 17 años, por eso en su barrio la conocían simplemente como Wendy, Wendy Darling.
El invierno estaba por acabar, aunque para ella todo empezó hacía unas semanas. Todo empezó con el baile, y con sus padres, y con la perra San Bernardo, llamada Nana que tenían.
Todo empezó con un chico llamado Peter.


-Hija, cuida de tus hermanos mientras estamos fuera, últimamente están con tonterías de piratas y se van a acabar haciendo daño- Su madre era una buena persona, aunque cascarrabias en los momentos más inoportunos.
-Pero mamá... Ya somos mayores joe- El pequeño Michael fue quien pronunció estas palabras.
-Es cierto. Ya casi me afeito- Replicó John mientras se rascaba la barbilla.
-Hijos, ¿por una vez que vuestro padre y yo queremos salir y me montáis tanto escándalo? Deberíais preocuparos más, que vuestro padre se pasa todo el día en el Banco trabajando.
-Mamá, estate tranquila, no nos pasará nada. Te lo juro- La sonrisa de Wendy acabó por callar a su madre, que enseguida se fue a preparar para la fiesta de navidad.

Se fueron los dos padres, no sin antes avisar a sus hijos de las consecuencias de portarse mal, pues Nana les estaría 'vigilando'.
-Nana nos dirá cómo os habéis portado, así que espero que os portéis bien, o si no este fin de semana os dejamos sin ir al cine.
Nada más soltar eso cerraron la puerta tras de sí, por lo que los pequeños empezaron a saltar sobre el sofá gritando frases piratas.

Cenaron y se fueron a la cama, pues Nana les empezó a ladrar amenazándoles con despertar a los vecinos si no se iban a dormir.
-Joo Wendy, no vale. No tenemos sueño- John decía eso mientras bostezaba echado en su cama.
-¿Y si os cuento la terrible historia del capitán Garfio?-la chica cerró un ojo mientras que, con el dedo anular de la mano izquierda recreaba la forma de un garfio.
Era la historia favorita de los niños, pues narraba la vida de un capitán muy tonto al que un cocodrilo se le comió la mano izquierda junto a su reloj.
-Y cada vez que sentía su presencia se oía: Tic. Toc. Tic. Toc. A un ritmo muy lento, como esperándole en lo más profundo de sus pesadillas. Pero las pesadillas eran reales- Cada vez que Wendy contaba la historia hacía que sus hermanos se asustasen.
Los niños se solían acabar durmiendo enseguida, pero ella seguía contando todo hasta el final, enfrascada en su papel de narradora y pirata.
Pensaba que nadie la escuchaba en la oscuridad de la casa.
Pero no era así.
Una sombra escondida en el balcón absorbía cada palabra se esa chica.
Se acercaba a la ventana abierta para escuchar mejor, y en una de estas acabó cayendo dentro del cuarto.
Wendy casi pegó un grito, pero el chico puso su mano en la boca de ella.
-Shhh. Tranquila. No te haré nada malo. Es que.... Ems.... He perdido mi sombra- En la oscuridad absoluta su voz sonaba reconfortable.
Wendy alargó un brazo sin que él se diese cuenta hacia la luz y la encendió de golpe, entonces el chico se separó enseguida y miró al suelo.
-Ahí tienes tu sombra "desaparecida". Ahora dime, ¿A qué has venido?
-A escucharte. Vengo de un lugar un poco alejado. Cuido a niños olvidados, niños perdidos. Yo soy como su padre, no tienen a nadie más. Pero hace poco apareció un señor del distrito, un abogado de esos y nos quiere echar del lugar. Dice que es una zona ilegal y cosas así. Necesitamos otro lugar donde hospedarnos y estaba mirando por esta zona hasta que oí tu voz.
-Aja, así que niños perdidos- Replicó Wendy con incredulidad.
-Así es, niños abandonados por sus padres, niños olvidados en la puerta de una casa o iglesia... Niños.
-Iré contigo a ayudaros, pero me llevaré a mis hermanos, que ya duermen.

De madrugada se veía un grupo de 4 chicos en bicicleta alejándose de la ciudad. Nana con sus ladridos no había conseguido que se quedasen en casa, pero no sin antes dejar una carta explicando los motivos de la huída.
En cuanto se alejaron de la ciudad los niños empezaron a tener miedo. ¿Y si se perdían? ¿Por qué su hermana había confiado en un desconocido? Pese a sus dudas no quisieron discutir y se callaron.
Se veía todo montes y valles. Peter, que así se llamaba el muchacho, les dijo que había que seguir la segunda estrella a la derecha, y luego ir todo recto hasta el amanecer.
En cuanto los primeros rayos de sol se asomaron se empezó a reconocer un caserón en el horizonte.
Era de color blanco, aunque la pintura se empezaba a desconchar por la edad. Seguramente en el siglo XX habría sido una casa hermosa con dueños afortunados, pero ya no quedaban resquicios de esa fantástica belleza.
En cuanto llegaron pasaron la ya oxidada verja de hierro que evitaba que animales raros entrasen.
Y allí, tras pasar la valla, Peter corrió hacia la puerta y llamó varias veces con el puño.
-Contraseña.
-Muajajaja, vengo a ver el País de Nunca Jamás.
Sin dar a conocer si la respuesta era verdadera o falsa se abrió la puerta.
Tras ella se encontraban dos niños iguales de cabellos rojizos, pero al sonreír Wendy se fijó en que a uno de los dos le faltaba un diente delantero.
-Wendy, estos son Luke y Harry. Vinieron nuevos hace muchos años, apenas tenían 3 y ahora no les falta nada para hacer 10.
-Anda, como yo- Saltó John, y, seguidamente añadió-. Nosotros somos Wendy, Michael y John Darling. Somos hermanos y venimos de Londres.
-Guau, de la gran ciudad, yo quiero ir ahí algún día- El chico sin diete, Luke, se acercó enseguida a John-. Vamos, te voy a enseñar a ti y a Michael todo esto. ¡Vamos Harry, no te quedes atrás!
Peter dejó que Wendy pasara y le enseñó el orfanato.
Los cuartos de arriba eran habitaciones. Algunas puertas estaban cerradas, pues a esas horas todos estaban dormidos. La parte de abajo la ocupaba una cocina pequeña, un enorme comedor con una mesa muy larga y sillas de todos los tamaños y colores y un salón con sofás a los que se les salían los muelles.
-No suele entrar mucho dinero, y menos ahora con la crisis esta- Dijo Peter apenado-. Voy a ir preparando los desayunos para todos, supongo que tú y tus hermanos tendréis hambre.
Sacó un conjunto de cucharas, tenedores, vasos y tazas y los fueron colocando en la mesa. Después, Peter llamó a los niños haciendo sonar una campanita.
En apenas unos segundos una tromba de niños bajaron al comedor y se sentaron.
Wendy y sus hermanos se sentaron intentando no disimular el hambre que tenían.
-¿Quienes son los nuevos?- Un chico algo gordo y con muchos lunares observaba a John, Michael y Wendy.
-Seguramente los trajo Peter esta madrugada- Le contestó un chiquillo alto con pintas de Daniel el Travieso antes de lanzarle un trozo de pan al otro chico-. ¿No es así Pet?
-Así es, la chica guapa viene a contarnos historias de piratas y creo que juntos nos van a ayudar con el señor Hook- Fue Harry quien dio punto final a la conversación.
-¡No es justo Peter! ¡Somos una familia!- Una voz muy infantil sonó desde la otra punta del cuarto. Una niña de cabello casi blanquecino y piel muy pálida se enrojeció al ver que todos se callaron para observarla.
-Campanilla, no te pongas celosa, que Peter sigue siento tuyo- Otro chico con pintas de macarra le replicó su forma de hablar, y luego empezó a lanzar besos falsos al aire imitando a la niña.
-¡Ooh! Te la vas a cargar, palabra de Campanilla.
La niña se levantó de su silla rosa y se acercó al chico para soltarle un puntapié. Después fue donde Peter, que charlaba amistosamente con Wendy.
Ahí la chica se fijó en que la niña no llegaría a los ocho años, o al menos no los aparentaba.
-Peter, ¿Por qué los trajiste?- Empezó a lloriquear en sus brazos.
-Shhh... Vamos, tranquilízate- Ponía una voz tranquilizadora-. No pasa nada. Ellos nos van a ayudar.
-¡No es justo Peter!- La niña le gritó roja de la ira. Sus ojos claros brillaban con furia. Después, se fue a su cuarto y cerró de un portazo.

Tras este incidente no sucedió nada más. Los niños enseñaron a los nuevos a jugar a tonterías que ellos se habían inventado.
Una chica vestida de india americana no dejaba de mirar a John. Y él la sonreía cada vez que la pillaba in fraganti.
-Creo que se gustan- Dijo Peter al oído de Wendy-. Ella se llama Sarah pero viene de descendiente indios, se nota en sus rasgos. Sus padres la dejaron tirada siendo un bebé y está aquí desde entonces. Le gusta leer sobre su cultura y duerme dentro de un tipi montado en su habitación.
Wendy se sorprendió al saber que Peter se conocía a cada niño como si fuese su propio hijo. Él cuidaba de hijos que no eran suyos cuando él seguía siendo un niño.
Aquella noche hicieron una pequeña hoguera y bailaron todos a su alrededor.
Desde una ventana, Campanilla observaba a Wendy con furia. Había ido a robarle a su Peter y él parecía quererla más que a ella, que llevaba con él desde siempre.
La pequeña empezó a planear un mezquino plan. Quería conseguir toda la atención de Peter, quería que fuese todo suyo.

Al día siguiente, antes de que todos se despertasen, una niña salió a hurtadillas del caserón. Subió en su bicicleta y se alejó con un papel en la mano. Era la firma con la que Peter firmó una carta de amor a ella.
Bueno, fue jugando a 'papás y mamás', pero esa carta de amor era verdadera. O al menos eso pensaba Campanilla.

Ninguno de todos se acordó de Campanilla. Supusieron que seguía enfadada con Wendy y por eso no salía del cuarto.
Pero fue después de comer cuando todos se dieron cuenta de la traición de la niña.
Sobre las 3 de la tarde un grupo de coches se plantó ante la verja.
De uno de ellos salió Campanilla toda seria.
Por el otro lado salió un señor alto y delgado. El pelo negro y ondulado lo tenía casi por la cintura. Con sus ojos, que los tenía muy claros y su piel morena habría intimidado a cualquiera.
Entre eso y su mano izquierda, que le faltaba y en su lugar había un enorme garfio, haciendo honor a su apellido (en inglés, Hook es Garfio)
Quizá por eso llegó a ser el abogado de alta alcurnia que era.
-Bien, bien, Peter. Luchaste todo lo que pudiste, pero al final una niñita de las tuyas te ha traicionado- Dijo a voz en grito por un megáfono-. Ahora la mansión

Ahora la mansión Neverland, o como la llamáis vosotros, Nunca Jamás me pertenece Peter- Decía con recochineo-. Y tengo tu firma que lo demuestra.
Salieron uno a uno todos los niños de la casa.
-¿Qué quieres maldito bastardo?- La voz de Peter sonaba todavía dentro de la casa.
Al cruzar el umbral de la puerta vio a Campanilla cabizbaja al lado de Hook y lo entendió todo.
-Campanilla... ¿Cómo has podido?
-No fui yo, fuiste tú quien trajo a Wendy, y quien rompió nuestra amistad Peter.
-No es verdad pequeña, te sigo queriendo. Pero ellos son nuevos y vinieron para ayudarnos.
-Paren paren, ¿Todo esto va por una pelea de enamorados?- Fue un señor regordito llamado Smith el que había pronunciado estas palabras.
Todos se callaron y Campanilla empezó a ruborizarse dando por afirmativa la respuesta.
-Campanilla... No me esperaba esto de ti... Cualquier cosa menos esto.
-Cierto. Por un peleita por Peter nos has dejado sin casa.
-Campanilla, o todos o uno
Los niños perdidos empezaron a levantarse.
No les quedaba nada más que la vieja casa.
-Y, si el señor Hook no nos quiere devolver la casa lo haremos nosotros- Soltó John y seguidamente salió corriendo hacia el hombre.
Todos los niños empezaron a pelear por su hogar contra el séquito de personas que allí se encontraban.
Se armó una revuelta, ya nadie sabía a quien pegaba, a quien le ponía la zancadilla...
La única persona que permanecía en su sitio era Campanilla, con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos empezó a reaccionar.
Se dio cuenta de lo que había hecho.
Y, antes de que alguien se le adelantase, empujó a todos a su paso hasta llegar a Hook, al que le arrebató la firma y la rompió en mil pedazos con sus minúsculas manos.
-¡Nooooooo!
Hook empezó a llorar como un niño. La pelea se calmó y los seguidores del abogado se dieron media vuelta para irse a su casa.
Hook fue levantado por el señor Smith y se lo llevó en el coche.
Los niños no reaccionaban a lo que veían.
Habían ganado. Volvían a tener casa.


Al día siguiente Wendy, John y Michael se despidieron de los niños para volver a casa.
John consiguió el ansiado beso en la boca de la niña india y se sonrojó mucho.
Los tres fueron obsequiados con regalos y dibujos.
Pero, antes de marcharse, los niños empezaron a
llorar.
Ellos también querían volver con sus padres. Pero no tenían.
-Os podéis venir todos con nosotros, a nuestros padres no les importará- Propuso Michael y todos asintieron.
Peter asintió también, había llegado la hora de las despedidas.
Corrieron todos a por sus bicicletas.
Unos fueron delante, pero Peter y Campanilla se quedaron atrás.
-Iros vosotros. Nosotros no queremos crecer. No ha llegado nuestra hora de marcharnos. Yo todavía tengo que cuidar de muchos niños perdidos. Y Campanilla estará a mi lado siempre.
Los niños, pese a quedarse sin su capitán, se fueron.
Al anochecer llegaron a su casa.
Wendy subió las escaleras de dos en dos y entró en su cuarto. Le pidió a los niños que se callasen, sentada en una silla, su madre dormía. Había dejado la ventana abierta por si volvían. Les estaba esperando.
-Mami, hemos vuelto- Michael despertó a su madre acariciándole la cara-. Y hemos traído unos niños que necesitan un padre y una madre como tú.
Todos los niños corrieron a abrazar a su nueva madre y ella sonrió encantada.


Wendy cada día, en cuanto anochecía, miraba las estrellas, pero sobre todo la segunda a la derecha, pues sabía que bajo ella, se hallaba Nunca Jamás, y donde estaba Nunca Jamás siempre estaría Peter. 

jueves, 20 de febrero de 2014

Memorias de un muñeco de trapo

Lo primero que vi al abrir los ojos fueron sus dedos.
Las uñas las tenía cortadas y se podía apreciar que se las mordía a menudo.
Me gustaban sus manos.
Tenían un tacto suave a la vez que hermoso.
-Creo que ya he acabado de hacer el muñeco- Dijeron sus labios sonrosados con una voz infantil.
-Te falta coserle la boca, así- le contestó una mujer algo mayor mientras me cogía en sus manos.
Y me cosió una boca rosa con mucha destreza. Así ya estaba listo.

Mi ropa estaba hecha con telas viejas, pantalones y camiseta de algodón. Mi pelo era de lana, y tenía unas bolitas como ojos.
Puede que no fuese el muñeco más bonito que tenía, pues su habitación estaba repleta de cosas impresionantes que venían de los lugares más lejanos.
Pero ella me quería.
Cómo no iba a quererme, si fui creado por sus manitas.
Las noches de tormenta me abrazaba fuertemente bajo las mantas y, cuando se hacía de día me agradecía con la mirada el haber pasado la noche a su lado.
Me llegué a enamorar de esa mirada dulce e infantil. Esperaba llegar a ser correspondido, pero no fui así.
Simplemente era el muñeco.
Su muñeco.

De pronto un día creció. Se maquillaba y vestía como una chica mayor aunque apenas había entrado en la adolescencia.
Un día dijo que no quería tener más muñecos, que eran de niñas pequeñas.
Y su madre trajo la Caja. Y metió ahí a cada uno de nosotros despacio, como en un funeral. Menos a mí. Todavía me seguía queriendo.
En el fondo ella seguía siendo la niña que se asustaba de los truenos.

Pronto llegaron los chicos.
Ella los llevaba a su cuarto y se besaban durante horas.
Y luego la hacían llorar y yo solo podía quedarme quieto en la estantería.
Me hubiera gustado ser un chico de su edad, y haberla abrazado y consolado. Y haberla dicho lo mucho que la amaba.
Pero no pude.

Más tarde ella se fue a estudiar fuera y desapareció de mi vida.
Solo se que, al poco de irse conoció a otro chico, y se enamoraron. Y se casaron. Después tuvo un hijo llamado Samuel. Y más tarde volvió por casa a saludar a su madre.
Al entrar en su antiguo cuarto miró directamente la estantería.
Nuestras miradas se juntaron una vez. Y después salió del cuarto dejando la puerta abierta.
-Madre, dame la Caja que voy a guardar una última cosa.
Con ese infierno diabólico en la mano volvió al cuarto y me metió en él. Junto algunos juguetes más.
La miré por última vez queriendo que se diese cuenta de todo y que no me abandonase, pero ella ignoró mi mirada y puso la tapa.

Todo se quedó a oscuras.
No se ve nada.
Tengo el corazón roto, si se le puede llamar corazón al poco relleno de algodón que me queda.
Pero la sigo queriendo.
¿La volveré a ver alguna vez?
No lo se.

jueves, 13 de febrero de 2014

El principio del Circo de los Sueños.

Me acuerdo de la primera vez que la vi como si de ayer mismo se tratase, aunque en verdad hace años de aquello.

Era un frío día de marzo en París, yo trabajaba en el enorme Circo Universal ayudando con la contabilidad. A veces limpiaba los elefantes y en algunas ocasiones, muy pocas, llegaba a salir al escenario si alguien se ponía enfermo.
Aquella tarde el sol se ocultó temprano y empezó a llover como nunca.
Uno de los payasos se resfrió y tuve que ocupar su papel. Me vestí como él y me aprendí rápidamente su papel.
Nada más salir a escena la vi. Estaba sentada en primera fila. El pelo dorado le caía sobre su rostro blanquecino. Parecía un ángel caído.
Ella era el blanco, yo era el negro. Ella el verano y yo el invierno.
Mi corazón se aceleró y todo se paró. Solo estábamos ella y yo. Mirándonos. Mientras el tic tac de mi pecho aumentaba cada vez más.
Ahí supe que la amaba como nunca amaría a nadie.
Y de repente todo volvió a la normalidad. Las risas, los acróbatas, los animales.
Y no la volví a ver esa noche.
Ni ninguna otra.

La busqué con toda mi ansia. En mis sueños aparecía ella sonriéndome. Y después salía corriendo para no regresar más. Era como en la realidad, solo que al menos, en los sueños, la podía ver a menudo.
Desde pequeño fui muy soñador, aunque mis sueños estaban en blanco y negro siempre hubo un toque de color.
El circo siguió su rumbo por todo el planeta y al cabo de un año volvió a Francia.
Y la primera noche de espectáculo allí la volví a encontrar.
Era la segunda vez que la veía en la vida y mi corazón empezó a latir como la primera vez.
La amaba. Lo sabía. Conseguiría que se casase conmigo.
Como podréis apreciar, era muy iluso por aquella época, aunque, qué queréis, sólo tenía 22 años.
Aquella noche decidí dejar el circo para siempre ir en busca de mi amada.
Llamé a cada portal de cada casa de toda París. Y cuando lo iba a dar todo por perdido la encontré.

Me abrió la puerta y al reconocerme sonrió. Se acercó a mí y me abrazó.
-Sabía que sentías lo mismo que yo desde aquel día. Sabía que me amabas y que vendrías en mi busca- Me susurró mi ángel al oído.
Aquella noche la pasamos juntos. Aquella y todas las demás. Y nunca más nos volvimos a separar hasta  hace casi un año.
Poco a poco mi amor se fue apagando.
Fui muy afortunado mientras duró.

Y el día de su entierro entendí lo que  tendría que hacer a partir de ahora.
Nuestro sueño había sido crear el circo más impresionante que pudiese existir.
Empecé a soñar con los ojos abiertos y mis sueños me llevaron por este camino.

Me he convertido en una sombra, en la persona que se oculta detrás de todo esto.
Creé el circo en su honor. Como a ella le hubiese gustado que fuese.
El circo en el que puedes soñar con los ojos abiertos. El circo que abre en cuanto anochece y cierra cuando amanece. En el circo en blanco y negro. En Le Cirque des Rêves.

Para todos los que no pueden dormir, y para los que lo intentan. Para los soñadores, los locos, los enamorados.
Para ancianos, mayores y niños, para gente que necesita una sonrisa, para los que necesitan una ayuda.
Para todos los rêveurs* como yo.

Bienvenidos al Circo de los Sueños.

*rêveurs: soñadores

jueves, 6 de febrero de 2014

Desde la tumba.

Mami, tengo miedo.
¿Qué ha sido de mami?
Mami, ¿Dónde estás?
No te veo.
¿Qué pasó cuando me fui?
Tú lloraste, te vi aquel día.
Y papá miraba a la nada muy serio. Seguramente se encerró al llegar a casa en la habitación para llorar.
La casa seguirá igual, demasiado grande para los tres. Era hermosa cuando me fui de ella. Espero que siga igual.
Y mis amigos... Ellos seguirán en la escuela.
Nunca les veo por aquí.
Al igual que a ti y a papi.
Parece que todos os habéis olvidado de mí.

Me aburro mucho. Salto entre las piedras y cojo las cosas que dejan donde los demás. A ninguno de ellos le importa que hurgue entre sus cosas. Soy el más pequeño de aquí y me tienen como un cariño especial.
Nunca aparece nadie de fuera, solo, y en muy pocas ocasiones, unas señoras ya mayores vienen a saludar a sus maridos. Parece que los demás temen este lugar, como si fuese malo o tabú.
Todo está cada vez más apagado. Las piedras se oscurecen y aparece suciedad y musgo.
No me gusta nada.

Por aquí no hay niños. Solo adultos y ancianos. A veces veo a una chica muy guapa con un vestido largo y blanco, como de boda.
Sale de su hueco con cuidado y da largos paseos al atardecer.
A ella no la visita nunca nadie, creo que está sola en este mundo.
Tiene unos ojos muy profundos y nunca habla, como se le hubiesen comido la lengua.
Creo que no le gusta esto... A nadie le gusta.
Ojalá pudiese escapar de este lúgubre lugar como todos los que se fueron y escaparon hacia otro mundo.

No veo a los abuelitos por aquí. Seguramente se fueron antes de que llegase yo. Les echo mucho de menos. ¿Crees que se acordarán de mí?

Ojalá todo volviese a ser como antes, no me gusta estar muerto. Nadie visita mi tumba.
Se está volviendo muy gris. Y sucia. Aparecen muchos bichos feos que me dan miedo y lloro.
Y las noches de tormenta no tengo a quien abrazar...
Quiero irme de este lugar, pero a este paso me quedaré aquí para toda la eternidad.
Mami, ven a verme por favor, no quiero estar solo.
Yo me quedaré aquí, echadito, donde me viste la última vez.
Estaré donde siempre, en mi pequeña tumba de piedra, bajo la lápida gris y musgosa.
Te esperaré pase lo que pase, pero intenta no olvidarte de mí.
Con mucho amor, Manuel.


jueves, 30 de enero de 2014

El niño.

A aquellas horas de la noche no ponían nada nuevo en la televisión. Había videntes y la teletienda anunciando sus productos.
Carlos no podía dormirse, pues en breves llegarían los padres del pequeño que le tocaba cuidar esa noche.
No pagaban mucho, pero solía ser una noche entre semana y no le importaba quedarse viendo la televisión de 45 pulgadas con pizza.
Además el dinero le vendría bien para el finde.

Ese día había una gran tormenta, así que seguramente los padres llegarían más tarde de lo normal.
Parecía que en cualquier momento algo se fuese a derrumbar.

Carlos cogió el mando y cambió de canal. Más videntes y más teletienda.
Pfff. No se podía creer que ninguno de sus amigos se quisiese quedar con él aquellas noches.
Siempre le decían que no había ganas o que tenían cosas que hacer, pero Carlos sabía que no era por eso.
Era por la leyenda que circulaba por el barrio y que empezó cuando, tras varias semanas sin ver a un niño que, decían, le habían secuestrado para pedir un rescate, apareció el cuerpo sin vida en el sótano de ese edificio.
Nadie supo que había pasado, aunque la policía dijo que se había colado en busca de un gatito por una ventana rota y luego no pudo salir.
Los padres del niño se fueron del país tras el entierro de este y no se supo más de ellos.
Desde entonces todo eran rumores y leyendas que contaban desde cosas paranoicas, como que el cuerpo del niño se aparecía algunas noches merodeando aquel lugar.

Carlos no se creía nada se eso, solo fue un gato y un niño que le persiguió. Y punto final.
Bebió un sorbo de Coca-Cola y se estiró en el enorme sofá de la familia.
Un lloriqueo llamó su atención.
El niño lloriqueaba, seguramente se habría despertado y había oído los truenos que sonaban.
Carlos se acercó a la habitación y abrió la puerta. Todo estaba a oscuras y en la cama se distinguía un bulto todo tapado con las mantas.
-Tengo miedo, hay un monstruo debajo de mi cama Carlos...-Susurró.
Carlos se acercó y se rió. Toda persona consciente sabía que los monstruos no existían.
Para que el niño se calmase se agachó y miró bajo todas las mantas.
Allí se encontró con la cara del niño asustada y con manchurrones de haber llorado.
-Carlos, hay alguien durmiendo en mi cama.

jueves, 23 de enero de 2014

El extraño caso de Beccles

Ya iban tres chicas desaparecidas aquella semana.
Todas distintas, todas iguales. Rubia, morena y pelirroja, del norte, del sur y del este.
La policía no tenía nada, ni testigos ni pruebas, simplemente unas desapariciones. Después de tener numerosas quejas por parte de todos debido a su inutilidad decidieron llamarme.
Me llamo Víctor Green y soy el detective privado más famoso de toda Beccles, la minúscula ciudad costera de Inglaterra. Solo tengo 27 años, pero aparento menos en aspecto y más en mi forma de pensar y trabajar.

Al hablar con las familias no averigüé nada nuevo. Ann, la primera chica tenía el pelo rojizo y ojos verdes aguados, era de Irlanda pero había venido a estudiar fotografía. La noche en que desapareció estaba con sus amigos de camping.
Lucy, la segunda, era de pelo castaño, como sus ojos. Trabajaba como reportera para el periódico nacional. Fue al lugar para un reportaje que tachó de 'único e innovador'. Nunca volvió.
Zoey era rubia, vivía con sus abuelos en la costa. Hacía vídeos cuando el mar estaba embravecido y los colgaba en la red. Salió a dar un paseo.
Las tres fueron vistas por última vez en el mismo lugar, en la pequeña playa rocosa.
Ni se conocían, ni se parecían ni nada.
Un caso sin principio y sin final.

Hablé con las familias, que lloraron al recordar a sus chicas.
Observé las fotografías que tenían de ellas y nada. Ahí sólo se veía a chicas sonrientes y felices.
También vi sus reportajes, fotografías y vídeos.
Además de ver lo expertas que eran en su materia, lo guapas y juveniles que parecían y lo queridas que eran por sus conocidos, no hallé nada nuevo.
Mi mente era algo lleno de dudas, como una tormenta luchando contra un tornado una noche de lluvia.
¿Que hacían unas chicas así en aquella zona sombría, llena de tan oscuras leyendas?
No era un lugar en el que se vieran a menudo chicas como ellas, es más, en aquella zona se solían suicidar muchas personas cuando odiaban su vida.
Pero ellas no, ellas eran jóvenes y activas. Encima, Ann había ido con amigos a pasar la noche.
Si alguien se va a suicidar, lo último que se le ocurre es ir con amigos al lugar.
El suicidio lo descarté tras pensarlo bien.
Y todavía quedaba el factor de los cuerpos.
¿Dónde estaban? No había ningún rastro de ellos, si se hubiesen ido a nadar a la playa y se hubiesen ahogado se habrían encontrado fácilmente, pues no había mucha corriente aquellos días.

No tenía nada y eran ya las dos de la mañana. Afuera llovía casi tanto como dentro de mi cabeza.
El aire rugía con fiereza y azotaba mis persianas una y otra vez.
Me levanté para subirlas, pues parecía que de un momento a otro se iban a romper, y al elevarlas un poco la vi.
A escasos metros del portal, bajo una farola había una chica mirando mi ventana. El pelo le caía mojado sobre los ojos y el vestido que llevaba se pegaba a su cuerpo con fuerza.
Abrí la ventana y le grité que qué quería. Ella tartamudeó algo que entendí como que tenía que decirme algo y fui a abrirle la puerta.
Pasó titiritando y se sentó en una silla que le ofrecí.
Pronto un charco se formó a sus pies.
-U.. Usted es el detective Víctor, ¿No? Me han da...dado una carta para usted... Es urgente que la lea- Me extendió una mano con dedos arrugados por el agua que sujetaban una carta empapada.
La cogí y, antes de abrirla le pregunté que quién se la había dado.
-Un chico con una sudadera se me acercó esta tarde cuando estaba dibujando en el parque y se puso a mirar como pintaba los árboles y los patos. Me preguntó que si yo era lista y le dije que sí, entonces sonrió y me dijo que a las noches, en la zona del barranco, al lado de la playa, cuando subía la marea las olas luchaban por ver quién llega más alto y que esa estampa yo la podía dibujar bien. Que él me iba a pagar mucho por dibujar eso.
-¿Y qué pasó?- Dije asombrado por la historia.
-Que yo me negué. Si has estudiado las mareas en el colegio sabrás que en esta zona la marea sube mucho. Además, es bien sabido que los suicidas prefieren el barranco porque la marea sube tanto que no hace falta saltar para que las aguas te arrastren hasta el fondo y no se te vuelva a ver- Lo contaba como si eso lo supiese todo el mundo-. Entonces, el chico, al oír mi explicación me dijo: "Chica lista, no como las demás". Y me dio esta carta diciendo que te la tendría que dar de madrugada, cuando la ciudad está callada para no levantar sospechas.


Ahí me levanté de un salto y abrí la carta. En su interior, con letra casi borrada por el agua se leía la confesión del chico y al final de esta, en letras casi ilegibles se leía que a las chicas listas no se las encuentra en el fondo de un barranco.

jueves, 16 de enero de 2014

Tic tac.

Tic tac
El tiempo corre y nada se para.
Tu mente decide ponerse a pensar.
¿Alguna vez se parará todo?
¿Que todo se callase durante un instante?
No lo sabes.

Tic tac.
Miras al cielo.
Está negro como la oscuridad a la que temías de pequeño
o quizás no tuvieses miedo a la oscuridad
sino a lo que hay en ella.
No lo sabes.

Tic tac.
Cada año más viejo.
Cada mes más maduro.
Cada vez más sabio.
¿Cuánto vivirás?
No lo sabes.

No sabes nada todavía
eres un ser creciendo
una flor abriéndose.
Eres alguien que piensa
mientras corre hacia atrás
el minutero de su vida.

Sólo sabes que cuando eso acabe
no habrá marcha atrás.
No lo podrás remediar,
sólo te dará tiempo
a elegir la tumba
donde tu cuerpo muerto
desee descansar
para toda la eternidad.

jueves, 9 de enero de 2014

Desde el baño de un hospital.



Hola, seguramente no me conoces y dudo que llegues a conocerme algún día. Me llamo Amanda. No preguntes por qué hago esto, por qué escribo la única biografía que tendré en este insípido baño. Simplemente quiero que conozcas una parte de mí.
No quiero que me busques ni que averigües quien soy de verdad, no quiero que te hagas ilusiones sobre mí. No soy para tanto.
Te diré que me considero una chica normal, con altura normal, pelo normal y ojos normales. Si pasase por una calle y me vieses no me distinguirías del resto.
Amo el voleibol y sacar fotos de paisajes y lugares, ya que mis abuelos viven en una casa en el campo y allí todo es verde, y limpio… Tan… sumamente hermoso.

Este año se suponía que tendría que haber empezado la universidad en Barcelona. Pero no puedo.
Ayer fui al médico por unos dolores… Nada fuera de lo común.
Tras bastantes pruebas y análisis me detectaron cáncer.

Me quieren meter en un hospital para hacerme más pruebas, como la quimioterapia,  biopsias, radioterapia…. Estaré mucho tiempo internada en  este hospital para intentar curarme. Se me caerá el pelo, empezaré a tomar medicamentos como si de una persona mayor me tratase, mi sudor olerá a química, mi tez se volverá blanquecina y puede que no vuelva a ver la luz del sol nunca más.
Es horroroso. Además mis padres apenas me visitarán, por temas de trabajo y por culpa de esta inmunda crisis que se nos está llevando a todos directos a la tumba.

Dicen que “puede” que no me recupere jamás, vamos, que si salgo de aquí será en mi casa de madera de pino.

Nunca veré mundo, y si lo consigo ver será a través de las ventanas del hospital o de algún ordenador. Quiero ver puestas de sol en lo alto de alguna montaña, quiero meterme en los suburbios de alguna ciudad, deseo con toda mi alma ver más allá de estas paredes grises que me separan de la libertad.
No quiero estar en una sala blanca como la luna sombría, tirada en la cama sin nada que hacer durante meses y puede que años hasta que la Muerte venga a por mí y me arrastre con ella.

Ayer tomé la decisión más importante de toda mi vida.
Suena raro querer hacer esto ahora, ya tarde.
Saqué todo el dinero que tenía en las cuentas del banco y que encontré por casa.
He decidido que, ya que moriré de todas formas, prefiero hacerlo en algún lugar fuera de este hospital donde todo huele a medicación y donde las personas que hay ya perdieron la sonrisa hace mucho tiempo.
Todavía no se lo he contado a mis padres, me llamarán estúpida pero sé que lo aceptarán porque me quieren.
Mañana cojo el vuelo a Ámsterdam.
Me voy sin apenas nada para cambiarme y con lo justo.
Cumpliré mi sueño.

Voy a comerme el mundo antes de que este acabe conmigo.
 

A.