Seguidores

Translate

Visitas

miércoles, 29 de mayo de 2013

2 miradas... Él.



Llueve. No me gustan los días así.
No se podía quedar… Ni jugar un partido. Un auténtico asco.
Gafapasta habla, habla.
Y sigue hablando.
X es 23 si y es 76.
Nunca había odiado las mates hasta ahora.

Pffff. Que asco. Lo único bueno era que Gafapasta estaba medio tuerto. Así que la mitad de la clase hacía cualquier cosa menos prestar atención jajaja.
Del fondo oí que me llamaban y al girarme la vi.
Ella mira al cielo oscuro. Los reflejos en el cristal le dan un toque… Fantástico.
Un suspiro sale de mi boca involuntariamente.

La había conocido mucho tiempo atrás, pero con el paso de los años me había... Empezado a gustar.
Estaba enamorado. Lo sabía. Lo sentía.
Siento cosquillas en el estómago y oigo los latidos de mi corazón más rápidos.

Me gustaba. No lo podía evitar.
Pero no. No me podía gustar.
Los chicos salían con buenorras. Yo no podía salir con ella. La única que pasa desapercibida entre las demás.

Salgo con Julia. No lo puedo olvidar.
Había estado ligando con ella para evitar sospechas.
Y en estas todos empezaron a decir que le molaba, que era la que tenía el mejor culo... Y acabé liándome con ella una tarde soleada.
Es horroroso besar a alguien por el que no sientes nada. Es como besar a algo sin vida. Sin sentimiento.

No tengo otra opción.
Si salgo con ella los demás se reirían de mí.
No puedo.


Me mira de repente y nos quedamos así un tato. Hasta que ella se vuelve con la mirada gacha.
De todas formas no la podía gustar.

-Cerrad los libros chicos. Por hoy hemos acabado.

Cierro la mochila rápidamente y me dispongo a salir.
Mierda. La otra clase ha salido antes. Ahí está Julia esperándome.

Iba a irme por otro lado pero ella se me adelante. Mierda.
-Hola cariño. ¿Vamos juntos a casa? Pasado hacemos tres meses. ¡Es la relación más larga que he tenido! Jajaja.




Me vuelvo y la veo recogiendo sus cosas.
Quiero que me vea. Que se fije en mí.
Agarro a Julia y le doy un largo beso en los labios.  Después me giro. Allí está ella. Mirándome. Pero algo no iba bien.
Lo se.

Julia me agarra y sin darme cuenta, en un instante, ya me está volviendo a besar.
Ella sale separándome de Julia.
Solo la veo una fracción de segundo. Está llorando.
La he cagado.

-Lo siento Julia, pero hay alguien que me preocupa más que tú.

Cojo la mochila y bajo dando tumbos las escaleras.
Algunos murmuran que por qué corro.
Otros dicen que voy detrás de “la que lloraba”.


Corro con todas mis fuerzas y llego al patio.
Entre toda la gente la veo yendo hacia la fuente.
La llamo pero parece que no me oye.
Voy detrás de ella.
Llueve. Es más, diluvia.

Le doy en la espalda suavemente, ya que está agachada en la fuente.
Al girarse me mira sorprendida.
 Le pregunto que qué le ha pasado.
Me responde gritando. Roja de ira.
Me llamó orgulloso de mierda. Me llamó gilipollas.
Lo peor es que tiene razón. Lo soy.

Nos quedamos mirándonos bajo la lluvia.
Durante un momento solo oí la lluvia y los latidos de mi corazón acelerándose.

Mando todo a la mierda.  A Julia, a los chicos… Incluso a mi mismo.
La agarro y fugazmente la beso.



domingo, 26 de mayo de 2013

2 miradas... Ella.


Miro por la ventana. Adoro este sitio.
Llueve. El cielo estaba oscuro.  Me gustaba.
No podía estar bajo la lluvia, ya que hay clase.
Como odio a Gafapasta. Que pinta de hipster, madre mía. Y eso que tenía cuarenta años.

-Entonces podemos comprender que la raíz de 121 es 21 por lo que 21 es x.

Resoplo y miro al techo. Azulejo marrón, azulejo gris, azulejo marrón…
Notaba algo raro. Al agachar la cabeza le vi.
Era él. Jorge. El chico más… ¿Guapo? ¿Maravilloso? No tenía palabras.
Últimamente me miraba más de la cuenta.
Noto que me estoy poniendo roja y aparto la mirada de sus ojos oscuros.
Él me gustaba. Aunque era de las normales que no destacaban nada le gustaba a Jorge. O al menos eso decían sus miradas.

Jorge ahora mismo salía con Julia. Antes salió con Isa… Pff.
A este paso yo nunca saldría con él.

Las chicas sabían que le gustaba, pero no lo reconocían. Aunque me miraban con odio.

Se le veía en la mirada. Le gustaba.
Me miraba a todas horas. Le gustaba.
Besaba a todas y me miraba. Le gustaba.
Le gustaba. Le gustaba.
Con saber lo que él sentía, me hacía feliz.

-Cerrad los libros chicos. Por hoy hemos acabado.

Al fiiiiiiiin.
Cierro los libros y los guardo en mi mochila. Al girarme le veo.
Está en la puerta, con Julia. Mirándome.
No la odio. Tampoco me gustaría ser como ella. Es simple, incluso podemos decir que un poco tonta. Aunque tiene un buen tipo.

Jorge me mira con sus ojos negros y se vuelve a ella.
La besa. Un sonoro beso en los labios hace que la lluvia se deje de oír durante un instante.
Se separan y ella le sonríe con su sonrisa perfecta…
Él se gira para mirarme, ignorándola por completo.

Ya no lo aguanto más. Le odio.
Odio que vaya de machito.
Odio que salga con todo lo que se mueve.
Odio su maldito orgullo.

Salgo de la clase corriendo, separándoles, ya que están en otro profundo beso.

Bajo las escaleras corriendo. Él me llama a lo lejos, pero yo le ignoro.
Quiero llegar a la fuente y desahogarme.
Arraso con todos los que están bajando las escaleras. Oigo insultos a mi espalda, pero me da igual y sigo con lágrimas en los ojos.


Llueve. Es una lluvia perfecta.
Llego a la fuente y grito mientras las lágrimas bañan mis ojos.
Noto que alguien me da golpecitos en la espalda.
Me giro y él está mirándome con una cara larga.

-¿Qué te ha pasado? Te he visto salir de clase corriendo.
Parece preocupado, pero no me lo trago.

-¿Quieres saber que me pasa? Que conozco a MI persona perfecta. Que a esa persona le gusto. Pero es un orgulloso de mierda, al que solo le preocupa lo que piensen los demás. Y que, sabiendo que le gusto, que me gusta, no hace más que callar la boca como un gilipollas.

Mierda. Le acabo de soltar todo eso en la cara sin cortarme ni un pelo.
Ya la he cagado.
Empiezo a respirar rápidamente.
Él me mira.
Como siempre.

2 miradas... Él.  
 


jueves, 23 de mayo de 2013

Marzo de 1945



Primero fue de Praga a Terezín. Después de Terezín a Auschwitz. Más tarde de Auschwitz a Hamburgo. Y ahora  René ya no sabe adónde la lleva ese tren oscuro que le ha arruinado la vida.
En el andén de Auschwitz metieron a empujones a todas las chicas.
René intentó huir, resguardándose en un barracón con Alice, su hija de cuatro años y con los gemelos George y Freddy, nada más que unos pequeños bebés de apenas cinco meses.
Uno de los Kapos les debió de oír y llamó a otros.
René los oyó y, viendo que George se estaba desperezando le tapó la boca con sus mugrientas manos. Era o taparle la boca y callarle o dejar que los Kapos la oyesen y les fusilasen en aquel mismo lugar.
A los diez minutos pasó el peligro. René, que no había soltado a George ningún segundo lo cogió y abrazó.
Pero George estaba frío. No se movía.
Se había muerto. Quizá porque su madre no le dejó respirar. O quizá ya estaba lo suficientemente enfermo y herido.

En el tren que va a  Bergen-Belsen Ninguna de las mujeres se imagina todo lo que ha pasado por esa joven abrazada a un bebé durmiendo.
Los padres de René fueron los primeros en caer. Y ahora George. Daba igual que el pequeño hubiese muerto. Les habían pillado y arrastrado hasta el vagón. Ni siquiera un entierro digno. 
Nada.

Los últimos meses les han estado obligando a trabajar en fábricas para ellos. Los jefes.
René ya no parece la joven de veintipocos que era hace unos meses. Ahora parece una anciana.

Al llegar han de caminar desde el andén hasta la entrada del campo de mujeres. Las conducen unas guardias de la sección masculina de las SS que las humilla e insulta. Tienen los ojos rabiosos de rabia.
René no comprende por qué están enfadadas con quien no les ha hecho nada. Ellas pegan y dan patadas. Dejando incluso a alguna mujer en la estacada. Nadie se vuelve atrás.

René sujeta el brazo de Alice mientras con el otro brazo sujetaba a Freddy, quien se debate entre la vida o la muerte por una terrible fiebre.
Les adjudican un barracón ya ocupado por cientos de mujeres. René pasa junto a ellas observándolas.  Muchas tienen un rictus en la mirada, y esta perdida. Parece que ya están muertas.
Sujeta con fuerza a sus hijos, porque sabe que ese es el aspecto que tendrán dentro de muy poco. 
Estira una manta en el suelo y se echa. No hay camastros libres.
Llora. Llora por Sus padres, que sonrieron hasta el último aliento de vida. Llora por su marido, del que no sabe nada desde que les separaron. Llora por George, que cayó muerto por su culpa… Llora por Freddy, porque sabe que no le queda mucha vida si sigue así. Llora por Alice, por esa niñita de cuatro años que apenas ha visto libertad.



Por la mañana unas celadoras de las SS las despiertan a todas a patadas. Allí no se sobrevive. Se trabaja.

En las semanas siguientes llegan más mujeres, y las comidas se van espaciando cada vez un poco más. La mortalidad aumenta cada día. Freddy sobrevivió a los pocos días, pero a la semana no pudo más y cerró los ojos para siempre.
Le echaron a una fosa común, llena de mujeres, y de cuerpos amorfos. Es una zanja inmensa atestada de cadáveres. Los del fondo están socarrados. Los de encima apilados unos encima de otro en una mezcla de cuerpos y un amasijo de trozos amarillentos de carne putrefacta.
¿Eso es todo lo que somos? ¿Un puñado de materia en descomposición?

Alice mira a su madre. Le han torturado todos estos meses con un fin. Y nadie sabe cuál es.

A los pocos días el campo cambia de celadora. Y trasladan a todas las internas al barracón grande para dejar sitio a un nuevo tren cargado de vidas humanas.
El nuevo barracón está atestado, pero al menos hay camas y no lechos de paja mugrientos.
René se sienta en un colchón vacío junto a Alice. Ya tienen cama donde poder descansar… Si se puede.
La pequeña se echa. 
René ve a mujeres que charlan amistosamente, las que han llegado nuevas y aún tienen energías. Pero otras no tienen fuerzas ni para hablar. Las miras y no te miran. Están perdidas en el limbo.

A los pocos días todo ha empeorado. Al haber más gente hay menos comida.
René está que no puede más. Últimamente hay que trabajar el doble, pues parece que los soldados alemanes están perdiendo fuerza. Ella le lleva dando toda su comida a Alice, que pese a comer más está en los huesos. Esta corretea por el barracón de un lado a otro, como si no se le gastasen las fuerzas. Como si pudiese más de lo que puede.

En estas la pequeña se para.  Hay una chica
un poco más mayor que ella echada mirándola.
Se acerca a ella y le pregunta su nombre, pero la joven no tiene fuerzas. El tifus está pudiendo con ella. Lleva cinco meses. Han sido demasiados para ella. El tifus no respeta a la juventud.

Alice la coge de la mano y le dice su nombre. Entre gritos de las mujeres oye a la joven susurrarle un nombre. La pequeña empieza a canturrear una canción infantil que le canta René por las noches.

Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
La-li-lu
Al pie de la camita hay dos zapatos
Muy cansados ellos también,
Ahora van a descansar.
Entonces el Señor Sueño vendrá,
En casa sin ruido entrará,
En sus sueños buscará
El más bello para ti. 
La-li-lu
Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
Ana muere sobre su jergón. Un día después de su hermana. Sus restos se quedarán para siempre allí. Pero ella ha hecho algo que acabará siendo un pequeño milagro: su recuerdo y el de su hermana.

Alice vuelve desolada después de que unas Kapos la echasen de la litera de Ana. Y se encuentra su cama vacía.

René ha huido para siempre.



Unos días después entra un extraño hombre.
-¡Oh my God!
Ingleses. 
Un joven se encarama a una caja vacía y hace de bocina con las manos.
-En nombre de Reino Unido de la Gran Bretaña y de sus aliados, este campo queda liberado. ¡Son libres!

Entre todas las mujeres que salen, algunas cojeando y otras con la cabeza bien alta hay una niñita de cinco años recién cumplidos. Ha sobrevivido.
No sabe a qué día estamos. No sabe quién es. El hambre la ha cegado. Tiene unos nombres turbios en la cabeza. René… George… Freddy…
Se ha olvidado de todo, menos de una fecha.
El 12 de marzo de 1945 murió su única amiga del campo. Y su madre huyó, como le decía a las noches:
-Alice… A lo mejor te despiertas un día y yo no estoy. Habré huido a un lugar muy bonito. Allí están papá, los abuelitos, tus hermanos… Te quiero. No lo olvides. Te quiero, y pase lo que pase, yo estaré cada día a tu lado.




lunes, 13 de mayo de 2013

"Miedo infantil"




Bajas del autobús y miras al cielo.
Está oscuro, son las nueve. Llegas tarde.

Das dos pasos y las puertas del autobús se cierran tras de ti. Se va dejándote en la nada.
Caminas alejándote de la marquesina.
No se oye nada, solo el ruido de los coches a lo lejos.
Un aire gélido hace que se te empiece a caer el moquillo. Te abrochas el abrigo hasta arriba y seguidamente buscas un pañuelo, que, cómo no, no tienes.

Ves tu casa a lo lejos, y empiezas a acelerar. Las luces están encendidas.
-Mamá estará preparando la cena y papá estará a punto de llegar- Dices en voz alta.

A cada paso que das, todo empieza a provocarte un miedo infantil.
El viento empieza a aullar.
Los árboles gimen y se agitan a tu paso.

Empiezas a titiritar. Quizá sea por el frío… o por el miedo de que alguien salga de las sombras.
Te paras y miras hacia los lados. Nada.
El viento para de golpe. Todo queda en silencio.
A lo lejos ves a alguien acercándose.
Estás a punto de salir corriendo cuando la luz le alumbra y ves que es un señor mayor. O eso parece, ya que un sombrero de lana le oculta casi todo el rostro.
Pasa a tu lado, tarareando una canción desconocida para ti.

Corres. Se te sigue cayendo el moquillo, pero te da igual, quieres llegar cuanto antes a casa.
Te paras frente a tu portal y empiezas a buscar las llaves en los bolsillos.
Encuentras una flor ya marchita… Una moneda anticuada… Al fin encuentras el llavero del conejito y lo sacas. De él cuelgan unas llaves bastante descuidadas.

Te giras para ver si te siguen y te fijas en todas las sombras tenebrosas que forman los objetos de la calle.
Con el corazón latiéndote a mil por hora agarras la llave del portal y la metes.
La giras para abrir la pesada puerta de hierro macizo y entras dándote con el pomo en las la tripa.

La cierras de golpe. Pese a estar atemorizado, miras a través del cristal hacia fuera.
Solo oyes tu corazón durante unos segundos, antes de que subas a trompicones las  escaleras y llames al timbre de tu hogar. Dulce hogar.