Seguidores

Translate

Visitas

sábado, 23 de marzo de 2013

Caras negras.



De mi pelo castaño caían gotas de sudor debido al calor que hacía bajo tierra. A mis 25 años tenía que trabajar en este inmundo subsuelo para conseguir el oro de los pobres.

Empecé a picar la piedra.
   ¡Marcos! ¡¿Encuentras algo?!
La voz de Juan sonaba lejana, pese a estar a escasos metros de mí.
   ¡No! ¡Creo que ya no queda nada!
Me di la vuelta y me dirigí hacia donde estaba Juan. De repente se oyó un grito a la salida.
   ¡El canario! ¡El canario! ¡Salid todos rápido! ¡Corred!
No entendía que pasaba. Tiré el pico a un lado y fui corriendo hacia la salida. Oí un fuerte estruendo detrás de mí. Seguí corriendo, pero una fuerza hizo que me cayese hacia delante.
Sentí miedo. Por primera vez lo sentí.
No es ese tipo de miedo que tenemos de niños al creer que en el armario había un monstruo escondido.
Es el miedo de estar a oscuras. De ver fuego a lo lejos. De no oír nada. De quedarte paralizado. De ver a los demás mineros salir afuera, algunos mirando hacia atrás y poniendo espantosas muecas de terror. Incluso los más veteranos corrían sin mirar atrás y con miedo y dolor en la mirada… Ya lo habían vivido antes.

Levanté un brazo pidiendo ayuda, pero nadie me hizo caso. Algunos me miraron sin inmutarse mientras corrían. Otros sencillamente me ignoraron.
Grité con todas mis fuerzas.
Y en ese momento todo se volvió negro.





miércoles, 20 de marzo de 2013

Memorias de un suicida.




Me gustaría contaros una reflexión.
Pero creo que ya es demasiado tarde. Estoy sentado en la barandilla de un último piso. Veo mis piernas colgando hacia el vacío.
Miro a las personas de la calle. Hay muchas, es hora punta.
Quiero saltar, mi vida no vale nada. Estoy vivo, pero llevo años muerto por dentro.


Mamá, ¿me escuchas? Lo siento. Hiciste lo que pudiste por criarme. Sobre todo desde que murió papá. Perdóname, pero ya no lo soporto. Mi ropa está doblada encima de la cama.
Espero que me entiendas.
Te quiero.



No os quiero decir las veces que, tal y como reza una canción, me imaginé muerto en el suelo, y nadie lloraba.
Ya estoy hablando solo otra vez…Maldita costumbre.

Acabo de mirar el móvil. Más amenazas. ¿Qué ven en mí? Ya no lo soporto más. Que me humillen mientras puedan. Ya no lo podrán volver a hacer.
Me gustaría contaros una reflexión, pero ya es mi hora.
Cierro los ojos y salto al vacío. Dura un solo momento. Es demasiado tarde para reflexionar.

...

            — Carlos, que tenemos hoy.
— Míralo por ti mismo — Carlos observó a Ángel acercarse al cuerpo—.
— Mierda, es un chaval — Ángel miró hacia el alto edificio—. ¿Se ha tirado desde ahí arriba?       
— Sí, debía de pasarle algo muy grave para hacer eso…Sobre todo a esta edad. Apenas 15 años.
           Ángel se agachó junto al cuerpo sin vida.
           — Mira, parece que tiene algo agarrado en las manos.
                Carlos se acercó y cogió la mano del joven. Al abrirla encontró un papel con una frase, quien sabe, quizás… una reflexión,

               Curioso es, que cuantos más suicidas hay, menos suicidas quedan.



martes, 19 de marzo de 2013

Un pueblo en la orilla.




Todo comenzó con una piedra.
Empezaba un nuevo siglo, nuevas ciudades aparecían por el horizonte.
-¡Aquí! ¡Ponla aquí!
Primero fui una gran mansión a orillas del mar. Me siguieron unas pequeñas casas donde dormían los criados del gran caserón.
Poco a poco me llené de personas. Trabajadoras, amables, duras, jóvenes, ancianos, soñadoras.
La noche en la que me inauguré fue asombrosa.
Empezó con un pequeño fuego artificial. La mar se iluminó. Todo comenzó a brillar. Los más pequeños enmudecieron de asombro. Los más mayores lloraron de emoción.
Me sentía feliz. Y lleno.

Pero mi vida acababa de comenzar.
El 28 de julio de 1914 mis habitantes se empezaron a preocupar. Algo había pasado. Yo lo notaba en el aire.
La mayoría de hombres se fueron, no se exactamente a donde. Lo que se, es que, mucho tiempo después volvieron…pero solo trece.
Lloros. Familias destrozadas. Gritos. Me teñí de negro.

A los pocos meses, algunas familias empezaron a abandonarme. Todo el futuro estaba en las ciudades… Lúgubres y oscuras. Me empecé a vaciar. Y enfermé. No paraba de toser y por mi culpa hubo grandes inundaciones. Más personas se fueron.
Sólo quedábamos los más ancianos, a los que los hombres abandonaron ya que eran una pesada carga.
Uno a uno todos cayeron.

Ahora estoy aquí. En el medio de la nada. Al menos todavía tengo a la mar. Oh mi amada querida, ¿Tú no me abandonarás, verdad? La Luna se la intenta llevar, pero ella me ama demasiado, y vuelve a mí.

Todo se ha quedado gris.
Aquí estoy yo.
En medio de la nada.
Un pueblecito semiderruido, un pueblo abandonado.
Un pueblo en la orilla.